No lo puedo evitar, soy de esas personas que cuando tiene un sueño no puede parar hasta intentar alcanzarlo. Y digo intentar, porque sé de sobra que perseguir un sueño trae consigo lidiar con el fracaso pero eso, la verdad, no me preocupa. Lo cierto es que no tengo miedo a fracasar, si no más bien a quedarme con la sensación de no haberlo siquiera intentado.

Por ello me gusta siempre luchar por aquello que me merece la pena, y si además ese sueño implica alcanzar cosas tan importantes como puede ser el estilo de vida que me encantaría tener, con más razón aún lo hago.

Lo que suelo hacer cuando estoy persiguiendo un sueño, es tratar de visualizar el camino que considero correcto para llegar hasta él, después lo divido en pequeñas etapas, y a cada una le pongo una fecha limite en la que deben completarse. Plantear ese camino me hace ver con más claridad la viabilidad de mi objetivo, y también, me siento en mejor posición para poder esquivar el dichoso fracaso.

Tengo claro que el recorrido hasta llegar a la meta viene acompañado de mucho trabajo, muchos obstáculos y muchas frustraciones. Así que para tratar de no desistir jamás, me convenzo desde el principio de una serie de realidades, y las mantengo siempre presentes.

Principalmente son tres:

El miedo no es mi enemigo

Cuando recorres el camino que te ha de llevar a alcanzar tus objetivos, te sueles topar con el señor miedo. El muy pesado está por ahí danzando, y de vez en cuando, según ve que estás avanzando mucho, se te aparece y te aconseja darte la vuelta y quedarte en tu zona de confort, donde permanecerás seguro.

Pero no te preocupes, el miedo es algo natural.

Por ejemplo, cuando te sientes físicamente en peligro, el miedo actúa como una especie de sistema de alerta. Avisa a tu cuerpo para que éste se ponga en guardia y te predispongas a la huída o a la lucha. Se puede decir que gracias al miedo nos mantenemos vivos.

En cuanto al miedo que surge cuando estás intentando alcanzar un sueño, tiene un propósito diferente. En este caso, te está advirtiendo para que luego no te lleves una decepción si no logras alcanzar lo que tanto aspiras.

La cuestión es que el miedo sólo es capaz de ver los peligros, y para nada repara en lo mucho que puedes ganar en caso de éxito.

Miedo al fracaso

Un ejemplo basado en mi experiencia:

Hace unos años decidí que quería hacer un Master en la Universidad de las Artes de Londres. La escuela donde se impartía era increíble, y sabía que era una gran oportunidad para aprender y relacionarme con gente realmente talentosa.

Así que decidí comenzar el proceso de solicitud, teniendo en mente que si me aceptaban dejaría el trabajo y me mudaría a Londres.

Meses más tarde, cuando ya casi ni me acordaba del Master, recibí una carta dándome la enhorabuena. En tres meses debía dejarlo todo y marcharme.

Y fue en ese momento, en el que tenía gran parte del camino recorrido, cuando apareció el dichoso señor miedo.

Por supuesto, me advirtió de que era mejor no continuar. Me hizo sentir que no estaba preparada para aguantar el ritmo del curso, que no iba a ser capaz de defender mis proyectos en las tutorías semanales, o que iba a hacer el ridículo haciendo presentaciones frente a numerosas personas en un idioma que no era el mío.

A partir de ese momento, era decisión mía hacerle caso, o simplemente agradecerle su advertencia y continuar mi camino.

Y eso último es lo que hice, agarré la maleta y me demostré a mí misma ser capaz de hacer muchas cosas que hasta la fecha creía imposibles.

No te voy a mentir, aquel año no fue un camino de rosas, pero en cambio, mereció la pena, ya que cambió mi vida para mejor y  por ello  jamás me arrepentiré.

Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo. – Nelson Mandela.

Todo lo bueno se hace esperar

Siempre tengo claro que para alcanzar la meta voy a necesitar dos cosas fundamentales: conocimientos y experiencia, y ambas voy a tener que adquirirlas recorriendo el camino del que estoy hablando. Pero como es lógico esto no va a ocurrir de la noche a la mañana, si no que para ello voy a tener que trabajar mucho durante un periodo de tiempo prolongado. Y es aquí donde sale a relucir la importancia de ser una persona paciente y perseverante. Dos virtudes en las que, a mi modo de ver, está la clave de todo.

Lo bueno se hace esperar

Un ejemplo basado en mi experiencia:

El año pasado quise plantar unas tomateras en un pequeño terreno del jardín trasero de mi casa. No tenía demasiada ninguna experiencia previa, pero me lié la manta a la cabeza y azadilla en mano me dispuse a preparar el terreno para ello. Recuperada de mis agujetas (una no está ya para estos trotes), planté las plantas que había comprado y esperé pacientemente a que crecieran.

Pasado un tiempo vi que se me estaban secando todas y que no estaba haciéndolo nada bien con el riego.

Total, que me tocó averiguar qué estaba haciendo mal, trasplantarlas, y salvar todas las que pudiera. Como puedes imaginar, entre unas cosas y otras, la cosecha fue más bien escasa. Toda la hazaña se pudo resumir en un proceso largo con resultados reguleros.

Pues bien, ya han pasado unos meses y he regresado al ataque. Ya he vuelto a preparar la tierra (esta vez he investigado más cómo debe hacerse), más adelante las plantaré, y evitaré los errores del año pasado.

No sé lo que pasará, probablemente surjan nuevos problemas que no haya previsto, pero estoy segura de que este año voy a obtener mejores resultados.

Cuento esta anécdota porque se me asemeja bastante a cuando uno está tratando de alcanzar un sueño como es el de vivir de tu pasión.

Establecerás unas pautas para tratar de conseguirlo, las que tú desde tu experiencia has considerado oportunas, cometerás errores y sortearás obstáculos.

Puede que al principio tu “cosecha” no resulte todo lo buena que debería ser, pero si eres capaz de no rendirte y pararte a analizar qué leches estás haciendo mal, la siguiente será mucho mejor, y puede incluso que empiece a darte suficiente para vivir.

El fracaso es simplemente la oportunidad de comenzar de nuevo de forma más inteligente. – Henry Ford

La importancia de creer en uno mismo

Cuando se están persiguiendo sueños, uno tiene que creer en sí mismo y en las decisiones que está tomando.

Aún teniendo esto claro, es muy probable que en más de una ocasión acabes inmerso en un mar de inseguridades que te hagan replanteártelo todo. En tus manos está no permitir que las dudas o miedos te paralicen, y acallar las voces interiores que te digan cosas como que no eres lo suficientemente bueno, o que no tienes nada de valor que ofrecer al mundo.

Perseguir un sueño

Sin embargo, no se trata sólo de voces en nuestra cabeza, con bastante frecuencia llegamos a desarrollar inseguridades que provienen de suposiciones negativas realizadas por personas de nuestro entorno. Frases como: “Uff, con lo tímida que eres no te veo yo a ti haciéndolo, eso es para gente más extrovertida”.

Ciertamente cada uno tiene derecho a opinar, pero tengamos claro que no por ello se está en lo cierto. En el momento que haces caso a lo que otros te dicen pierdes el entusiasmo, y con él la oportunidad de demostrarte a tí mismo lo equivocados que estaban.

Lucha por mantenerte motivado y centrado en tus objetivos. Si tú no crees en tí mismo nadie más lo hará.

Algo que puedes hacer parar aumentar la confianza en tí mismo, es ponerte pequeños retos. Haz una pequeña lista de cosas que no te veas capaz de hacer, y táchalas una a una según las vayas completando. Esto te servirá para darte cuenta de que puedes hacer muchas más cosas de las que creías.

Un ejemplo basado en mi experiencia:

Hace un par de años me dió un venazo y me apunté a una carrera de 10km. En aquella época me pareció un reto porque no estaba en forma (como si ahora lo estuviera), nunca antes había corrido más de 5 kilómetros seguidos y apenas quedaba un mes para el gran día.

Para qué engañaros, cuando comencé a entrenar no hubiera dado un duro por mí. Aún así, conseguirlo se me había metido entre ceja y ceja, y no había vuelta atrás.

Curiosamente, el día de la carrera estaba tan animada que parecía haber sido poseída por el síndrome de Forrest Gump, no sólo corrí alegremente los 10 km, si no que me vi con fuerzas de continuar corriendo otros 10. Estaba tan motivada que superé con creces los resultados de los entrenamientos de un día para otro.

Es difícil describir con palabras, la satisfacción y felicidad que aflora tras la culminación de un reto para el que uno se ha esforzado tanto.

Aún así, ten claro que sentir total confianza en tí mismo no tiene por qué estar relacionado con ser arrogante, de nosotros y nuestras decisiones dependen que logremos los éxitos que nos propongamos.

Me gusta esta otra frase de Henry Ford que dice:

Hay hombres que creen que pueden y otros que piensan que no pueden, ambos tienen razón. ¿Cuál eres tú?

Estoy segura de que cualquier persona con todo esto en mente, tiene muchas más oportunidades de alcanzar la tan ansiada última etapa del camino que lleva a alcanzar su sueño.

Recuerda que preocuparse y quejarse no soluciona nada. Donde haya problemas, tú tienes que ver soluciones.


¿Y tú? ¿Estás persiguiendo algún sueño? Si es así me encantaría saber qué es lo que has aprendido hasta ahora, y qué es lo que haces para sentirte motivado.

 

¡No te pierdas ni un solo post!

100% libre de spam